Albergo el temor de no haber estado a vuestra altura en alguna que otra ocasión. Sin embargo, no tengo nada más que llamaros, y os poneis a trabajar sin exigir nada a cambio, sin cobrar precio alguno. No me siento acreedor de este trato exquisito que teneis conmigo.
Cada día me enseñais el valor de la entrega, sin preguntar, sin condicionar. Es lo más gratificante que ha tenido este día. Lo dejais todo en pro de la causa.
Solo puedo deciros,
GRACIAS POR ESTAR AHÍ.
Francisco Javier Cano Leal.
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